Aunque las ciudades medievales condicionaron de forma notable la formación del Estado en Europa y la propia idea de ciudadanía, la creciente urbanización del mundo ha creado grandes áreas metropolitanas que superan las competencias tradicionales de los gobiernos locales, careciendo sin embargo de los recursos fiscales y políticos de los Estados-nación. La noción de ‘ciudades globales’ (Saskia Sassen) que compiten entre sí como para atraer los flujos económicos y financieros internacionales, vino a relativizar la relevancia histórica de los Estados, pero estas ciudades siguen careciendo del principal atributo de la modernidad política: la soberanía territorial. La regulación de los flujos económicos que caracterizan a las ciudades globales, junto con las dinámicas sociales y demográficas ligados a los mismos, requieren de un tipo de intervenciones políticas que escapan a su ámbito de competencia. La relación entre ciudades y Estados tiene, pues, una relevancia teórica que dista de agotarse en las reivindicaciones genéricas de ‘democracia local’. La gobernanza de la ciudad debe abordar cuestiones políticas fundamentales, como la descentralización supramunicipal o la estructura de los mesogobiernos territoriales. Del mismo modo, la idea del federalismo y la representación territorial debe replantearse desde la dimensión regional a la urbana. De hecho, existe una nueva serie de ciudades-estado (como Singapur o los Emiratos Árabes Unidos), que ha obligado a actualizar el eje local/transnacional en las escalas de gobernanza. Esta sección del proyecto abordará los fundamentos normativos de la gobernanza urbana, haciendo especial hincapié en su dimensión metropolitana. Partiendo de una perspectiva histórica, se analizarán los marcos normativos y reguladores que pueden reconocerse por detrás de la reorganización de diversas áreas metropolitanas en el mundo.